La actriz reveló cómo fue dejar todo para irse a probar suerte. Cómo el amor pudo más y volvió de Europa para estar con Germán Paoloski. Ser mamá, formar una familia y no renunciar a su vocación. Una actriz que no pidió permiso.
La vida de Sabrina Garciarena dio un giro como sólo en los finales de una novela puede suceder, donde en el último capítulo se escriben los destinos de los protagonistas para encaminar aquello que estaba en constante tensión. En el caso de la joven actriz, la maternidad y su relación con Germán Paoloski, el conductor de Nunca es tarde, que se emite por Fox, vino a anclar su corazón aventurero. Hasta hace no mucho su vida cabía en una valija, la chica de cara perfecta que apareció en publicidades y se dio a conocer como actriz en Verano del 98 había puesto primera y sin importar que ya se hubiera hecho de un nombre y de una carrera en la televisión, no dudó en dejarlo todo para perseguir sus sueños. Son esos momentos en los que uno se replantea aferrarse al terreno ganado o lanzarse.
Sabrina está dentro del grupo de las aventureras, de las que no se bancan los pendientes, los “y si …”. Así que le cerró la puerta a lo seguro y se abrió a lo incierto, pero con la seguridad de que jamás iba a tener que preguntarse “qué hubiera pasado si…”. Esa decisión la llevó hasta el Viejo Continente, hizo castings como una novata y allá, tanto como acá, se enamoraron de su cara y de su talento. Otras puertas comenzaron a abrirse para Garciarena, y así tuvo la suerte de trabajar en España e Italia: “Acá había hecho un montón de cosas, ahí fue volver a ser anónima. Eso me hizo sentir bien, me probé a mí misma. Viví así desde mis veinte hasta mis treinta. Es experiencia de vida, y los actores necesitamos eso, salir del confort. Un poco lo busqué, pero no creo en eso de golpear puertas. Hay que esforzarse, pero no forzar”, aseguró la actriz.