El presidente de los Estados Unidos aseguró que el encuentro «iba muy bien». Mientras que el líder norcoreano no quiso responder sobre la posible desnuclearización de su país.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un se vieron finalmente las caras. En una cumbre histórica, ambos mandatarios se reunieron en Singapur, tras décadas de tensiones provocadas por las amenazas nucleares de Pyongyang. El esperado apretón de manos se dio en el hotel de lujo Capella, frente a las cámaras que registraron el encuentro sin precedentes.
Después de las idas y venidas que estuvieron a punto de cancelar el gran día, Jong-un reconoció que no fue un «camino fácil». «Hubo muchos prejuicios y obstáculos hasta llegar aquí. Pero hemos superado todo eso», indicó al inicio de su conversación con el magnate.
Su primera actividad prevista en la agenda fue un encuentro privado, junto con sus traductores. Después de esa charla de 45 minutos, ambos continuaron sus reuniones con los equipos de asesores.
El presidente Trump les comentó a los periodistas que «todo iba muy bien». Mientras que Jong-un prefirió no responder la pregunta sobre la posibilidad de deshacerse de sus armas nucleares. Este último punto fue uno de los ejes centrales de la cumbre: la desnuclearización del país asiático.
La elección de Singapur como la base de la cumbre no fue casual. Tras evaluar otros destinos, como Mongolia, los organizadores lo prefirieron porque es un país que tiene buenas relaciones tanto con Estados Unidos como con Corea del Norte. Considerado uno de los «tigres» económicos de la región, es un espacio neutral y seguro.
Su reunión con Trump es la primera entre mandatarios de ambos país en casi 70 años después de la Guerra de Corea y tras 25 negociaciones fallidas y tensiones sobre el programa atómico norcoreano.