Dicen que les pagan entre $250 y $700 una consulta y a los 90 días. El 40% de sus insumos son importados, y dependen cada vez más, de tecnología de punta para atender y operar. La Superintendencia de Servicios de Salud no brinda respuestas.
De no mediar soluciones, la oftalmología podría convertirse en una especialidad de la práctica privada. Es decir: los oftalmólogos desaparecerían de las cartillas de obras sociales y prepagas y para atenderse con ellos quedarían dos opciones: o los hospitales (que se verían obviamente más desbordados de lo que ya están) o el bolsillo.
Pablo Daponte, presidente del Consejo Argentino de Oftalmología (CAO), que reúne a los oftalmólogos de todo el país a través de las sociedades científicas de las provincias y las cátedras universitarias donde se enseña la especialidad, dice, preocupado: “Las prepagas y las obras sociales no transfieren los aumentos que actualiza la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS) y hay más de un 150% de desfasaje. El sistema de seguro médico administra el dinero, pero el financiador es el médico: pagan tarde y poco, a veces a los 60 días con un cheque a 3 meses. Ellos ganan moviendo el dinero y a nosotros nos pagan mal y con atraso”.
Altos costos
Daponte asegura que el problema no es únicamente con las empresas de medicina prepaga. “Con las obras sociales a veces es peor -añade-. Trabajé 20 años para la Casa de Santa Cruz y durante 3 años lo hice a pérdida. Pagué lentes intraoculares importados, anestesistas, cardiólogos, derechos de cirugía, impuestos y mi propio trabajo como cirujano y el Estado provincial me estafó. Y eso que soy el presidente de los oftalmólogos, imaginemos un muchacho que recién empieza.”
Gustavo Bodino, médico oftalmólogo a cargo del grupo de trabajo cirugía del segmento anterior (de cataratas) del Hospital Oftalmológico Santa Lucía, dice que el atraso histórico es en todo el sistema de salud. “Nunca pudimos sentarnos a una mesa con quiénes deciden qué nos van a pagar, por qué y durante cuánto tiempo -afirma-. Cuando se reclama, obras sociales y prepagas siempre dicen que están en bancarrota. La oftalmología tiene altos costos tecnológicos y el 40% es en dólares. Se reemplaza tecnología que permite mayor precisión, tratamientos más oportunos, detecciones más precoces. Un equipo de Tomografía de Coherencia Óptica que compramos en 2005 costó 60.000 dólares; lo reemplazamos en 2012, costó 90.000 dólares. El equipo me lo venden y me lo arreglan en dólares, pero lo cobro poco y desactualizado en pesos”.
El impacto de la pandemia
La pandemia, además, vino a empeorarlo todo. “Bajaron las consultas y esto lleva aparejado una grave profundización de los problemas oftalmológicos crónicos -advierte Bodino-. La gente no ha salido de su casa, pero puede tener un coletazo en su capacidad visual los próximos años. Además, tuvimos que espaciar las consultas distanciando los turnos, y acondicionar toda nuestra estructura con máscaras, barbijos, amonio cuaternario, alcohol, incremento de la limpieza. Nadie reconoció ni un peso”.